domingo, 27 de enero de 2008

Simone y mi Abuelo

desde una habitación del Hotel de Cortes, en donde en una relación de tiempo-espacio diferente, especifica e individual, convergieron Simone y mi abuelo.
Este año se conmemora el nacimiento de una de las grandes pensadoras que ha dado la humanidad. Simone de Beauvoir nació exactamente hace un siglo.
Fue la eterna, leal y liberal compañera de Jean Paul Sartre, otro de los grandes pensadores que nadie debe pasar desapercibido.
Siempre he tenido una especial admiración por Jean Paul, primero por sus teorías filosóficas que no tarde demasiado en adoptar después de leer mis primeros textos existencialistas. La mayoría de sus libros, aun los conservo con las marcas y diversas notas preguntando el significado de alguna palabra, frase, o tratando de traducirme un párrafo entero.
Simone me intereso y la comencé a comprender años después de que mi admiración por Sartre estaba ya consumada, repito por su pensamiento, pero también por todo lo que había rodeado su vida, y por los vínculos que –tal vez a propósito- he tratado de encontrar en mi vida con la suya.
Antes que sus textos, de Simone admire su férrea convicción a llevar su vida tal cual su pensamiento, cosa que no es del todo sencillo encontrar en la mayoría de las personas, pero sin renunciar a un romanticismo que vivió una de sus mejores épocas justamente en México, y justamente
–y aquí otro vínculo con Sartre (espero posteriormente platicar sobre el que atañe a Pasternak)-
uno de los capítulos de esta parte romántica de Simone se consumo dentro de alguna de las habitaciones del Hotel de Cortés.
La historia del Hotel de Cortés es una de muchísimas que pertenecen a cualquiera de las construcciones y casas que ahora forman parte del legado colonial de nuestro querido y admirado Centro Histórico. Desde 1660 ha funcionando como una hostería, únicamente dejo de serlo en un periodo de tiempo en el que –unos 200 años después, en 1880- fue expropiado por Benito Juárez y a la postre convertido en vecindad hasta su remodelación en 1943.
Tan solo unos años antes de que Simone hiciera “Check-In” junto con Nelson Algren.
Y tan solo unos años después de que mi abuelo fuera un residente de la vecindad, exactamente en ese periodo de tiempo en el que de hostería, el Hotel de Cortés se convirtiera en una de las múltiples vecindades de la creciente urbe de aquel entonces.
De una familia vasca venida bastante a menos y que en ese entonces vivió la mayor de sus crisis económicas generacionales, mi abuelo creció entre las antiguas celdas de los monjes de la orden de San Agustín y los cuartos antes ocupados por los comerciantes de “paso” que usaban el Mercado del Quemadero (llamado así por ser utilizado antes como una plaza para practicar las “quemas” de la inquisición) para hacer sus negocios.
En alguno de esos cuartos, mi abuelo compartió “celda” con sus siete hermanos, compartió un solo baño para todos los residentes de la vecindad. Y compartió, según el lo cuenta, muchos sueños de grandeza a la luz y reflejo de la luna, en la fuentes centrales del patio de la vecindad que tiempo después regreso a ser hotel y que tiempo después ocupo Simone, compañera de Sartre y amante de Algren, de quien escribió haber conocido placeres sexuales que jamás sentiría con Jean Paul, a quien le describía escenas de obediencia y fidelidad poco propias para una feminista como Simone, incluso en el lecho de su muerte al predisponer ser incinerada con un anillo regalado por Nelson.
Los sueños de mi abuelo, en el Hotel de Cortes se volvieron realidad, para él nunca importo el medio porque siempre tuvo muy claro cual era el fin; fue pintor, novillero, hasta que descubrió que tenia un talento para cantar, al igual que la mayoría de sus hermanos, expoltó lo mas que pudo esa habilidad y a eso dedico su vida.
Los sueños de Algren sobre Simone nunca vieron la luz que el quería, aunque permaneció en contacto con ella, este jamás la "tuvo" por "completo", imagino lo mucho que debio odiar, pero al mismo tiempo admirar, a ese pequeño y jorobado fumador de pipa a quien el mundo sigue recordando como la gran pareja de de Beauvoier.
Y Simone nunca dejo de ser el “Castor” de Sartre, nunca dejo su admirable vida de convicciones, de su lucha en contra de los "usos" de la mujer, siguio escribiendo excelentes obras y algunas novelas en las que incluso relató su amorío con Algren, razón de fuertes molestias, diferencias y negaciones por parte de este.
Algren murió antes que Simone, en reconocimiento al cariño que le tuvo, cuando Simone murió pidio ser incinerada con un único anillo. El que Algren le habia regalado muchos años atras. Mi abuelo aún no los alcanza, aunque cada año diga que "ahora sí" lo hará.
Y el Hotel de Cortés, ahí sigue, estoico frente a nuestra querida Alameda.

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