martes, 22 de enero de 2008

La hoja de papel

Justo entrabamos a un cine, uno pequeño ubicado en una colonia que me parecía sumamente distante. Recuerdo que habíamos tomado mucho tiempo y un largo camino para llegar.
Adentro de la sala había poca gente pero toda extraña, todos ellos de este tipo de personajes que necesitas ver más de dos veces para analizarlos.
Ahí estábamos sentados, viendo juntos una película como tantas veces hemos estado, haciéndonos gestos en escenas y aquellas partes de la película que nos atraen, que nos sorprenden, que son determinantes en la historia.
Tu ropa era como siempre, la que mejor te acomoda, la que mejor se te ve. Llevabas puesta alguna de las mascadas que te gusta usar al cuello, que te quedan tan elegantes, que acentúan tú delgada y fina figura.
Al salir del cine, aunque seguías siendo tu tenías bastantes años menos. No tendrías más de 10 o 12 años. El atuendo que vestías ya tampoco era el mismo, correspondía a uno acorde con tu nueva edad y con la época en que la hubieras tenido. Zapatos blancos de charol, calcetas totalmente blancas y bien puestas a media pantorrilla, vestido rosa, abrigo a la rodilla.
Seguíamos tomados de la mano sin embargo desfallecías al cabo de unos pasos. Caías desmayada sobre la alfombra y tomaba tu pequeño cuerpo tratando de evitar que tu cabeza quedara al ras del piso. Tus ojos totalmente cerrados y yo sin la mínima idea de que hacer, de porque estabas así.
Desaparecías en mis brazos. Tras de ti no había mas que una hoja de papel blanco que no recordaba haber visto hasta el momento de perderte. Al tratar de tomarla esta se perdía entre las pisadas del resto de las personas que salía de la función.
Desesperadamente intentaba no perder de vista esa hoja, parecía que era todo lo que quedaba de ti. Al momento en que las personas terminaban de salir se había hecho trizas. La idea de conservarte a través de ese extraño rastro había desaparecido hasta que encontraba un trozo de ese papel rasgado.
En el estaba grabada tu silueta, sin tinta alguna. Me tranquilizaba la idea de recuperarte de nuevo, a partir de una hoja de papel.
Como antes lo había hecho ya.

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