martes, 29 de mayo de 2007

Pelotitas en la frente

Nuestra sociedad tiene la bondad de otorgar cierta facilidad para pertenecer por momentos a una clase de posibilidades económicas y abolengo superior con el simple hecho de portar un buen disfraz. Existen en la ciudad varios mercadillos ambulantes en los que la mayor parte de los disfraces -de forma contraria- son utilizados por las clases altas, las pudientes, para ellos es la oportunidad de acceder al mundo –por ejemplo- de la “piratería” de cualquier tipo. Es común encontrar a señoras surtiéndose de películas, discos compactos y hasta libros, todos ellos copias "piratas", pero pagando desde una cartera Louis Vuitton comprada en la exclusiva tienda de Mazarik, a unos cuantos pasos del puesto en el que compran e incluso reclaman, si la película no se alcanza a ver bien.
Poniendo cierta atención al ciento de caras, se pueden encontrar en la “vuelta” diversos personajes de las altas esferas de la sociedad citadina.


De estos personajes que me llegue a encontrar en uno de estos tianguis, cargando sus bolsitas de fruta como cualquier hijo de vecina, fue a un “patriarca” de una las familias más acomodadas de México.

En alguna época de mi vida, participe en un proyecto de consultoría para aumentar la productividad a una de las empresas que este heredó de su padre. Nunca he dejado de pensar que este negocio hubiera tenido un final mucho más honroso de haber permitido más ayuda de nuestra parte, finalmente fue vendido a un grupo de empresarios de Monterrey que de inmediato cambiaron el nombre de tantos años, así como la estructura arcaica con la que provocaron el inminente declive.
Los hermanos socios y ex-dueños de la empresa no terminaron de comprender que en su negocio ya no cabía la administración familiar. El susodicho era percibido como un patriarca imponente del que había que respetar cualquier decisión, se ayudaba de una estatura de casi 1.90 metros, de su edad avanzada y de su expresión siempre seria, de pose. Nunca estuvo de acuerdo en recibir ayuda externa, y seguía teniendo arranques en los que se exaltaba, gritaba, aventaba cosas para demostrar una autoridad ganada únicamente por tradición. En alguna ocasión, dentro de estas juntas en las que reuníamos a todos los directores para revisar indicadores de productividad y hacer que comprendieran algo más sobre la relación del costo y el ingreso; se asomo el “gran Jefe”. Con un desdeño y genial sarcasmo le pregunto a uno de los más prominentes directores del grupo cual era el significado de las gráficas que en ese momento estábamos proyectando.
El grupo directivo estaba igual conformado por administradores de la vieja guardia, todos ellos parecían un grupo de legisladores antes que directores, vivían cómodamente en un círculo de confort de altos beneficios que les procuraba la compañía, asistían a un club de golf, les pagaban casa en zonas residenciales, manejaban autos lujosos otorgados por la misma empresa, estaban inscritos en diplomados en el IPADE, etc. Por lo que hacían, no podrían estar mejor en ningún otro lado.
Evidentemente, nuestro ilustre director cuestionado no supo contestar una sola palabra coherente, primero por la falta de entendimiento de estos sistemas de administración, que simplemente no se ajustaban a su antiguo estilo de vida en el mundo del mínimo esfuerzo, de los resultados por garrote, de la nula competencia; después por su falta de atención a la exposición, por su fata de atención a la junta misma -de la cual habián tomado una buena parte en platicar las aventuras de su viaje en grupo al recien terminado mundial de futbol en Francia-; pero por sobre cualquier cosa, por el simple impacto sorpresivo que le había causado la pregunta del dueño de la compañía.
Se hizo un silencio profundo, cualquiera de los directores restantes estaban experimentando el tipo de nerviosismo que provoca sudoraciones frías, ahí estaban los “pesos pesados” de la organización (en el organigrama y en peso físico), estos eran dos tipos de más de 100 kilos que solían cargar con un puro en la boca a cualquier hora del día, incluso ellos, trataban de esconder la mirada para así evitar ser cuestionados. El dueño y presidente inicio su tanda de manotazos y gritos al mismo tiempo que entraba a la sala de juntas, preguntaba con un altísimo tono de voz: -“Quien!? Quien me va a explicar que son todas esas tonterías en la pared!?!
En un acto que yo sigo calificando de heroísmo del Gerente del Proyecto, mi jefe y amigo, tomó la palabra y dio una brevísima pero bien entendida explicación del significado de uno de los indicadores de productividad. Repito que este heroico acto porque, reviro el centro de atención a una persona que no estaba dentro de su control y porque por supuesto, sirvió aún más para enaltecer el "genio" del dueño, quien replicó aumentando el tono de voz contra su grupo de directores, cuestionándoles en cómo podía ser posible que una compañía externa, pretendiera saber más del funcionamiento del negocio -que orgullosamente su abuelo había fundado- que ellos mismos, que manejaban las riendas de la empresa más valorada y querida del grupo.
Al salir de la sala de juntas, todo mundo dio un profundo respiro rezando por seguir “vivos” dentro de la organización, y dando parte de esa súplica al deseo que no retornara a realizar más preguntas. Sólo algunos de ellos manifestaron una pequeña risa, un tanto provocada por ese nerviosismo que por fin se aleja del cuerpo y un tanto por el reflejo de la inmensa falta de respeto hacia la autoridad, carente de inteligencia y habilidad, del presidente de esta empresa que daba de comer a cientos de empleados a lo largo de la república.

En aquella ocasión, recordé a su hermano menor, de menor estatura y de un aspecto mucho más relajado y bonachón. A diferencia del mayor, este era querido, que no respetado, por un carácter mucho más humanista. Claro, en comparación al ogro de su hermano, cualquier acto que mostrara incluso una sonrisa podría calificarse de bondadoso. Este ocupaba el flamante cargo de Director General aunque nunca se le notaba del todo a gusto con dicha posición, al contrario, daba la impresión de estar ahí medio a fuerza. Se decía de él que contaba con una personalidad vertida hacia las artes, se hablaba, en el clásico chisme de la comida sobre su altruismo para organismos difusores de la plástica y música mexicana. Poseía una revista que publicaba temas relacionados, igual que una extensa colección que según cuentan era de las más grandes y valiosas del país. También dirigía una “fundación”. De este último dato, si estoy seguro que no se queda en el chismorreo común, yo mismo asistí a un concierto en Catedral, otorgado por el magnifico flautista mexicano Horacio Franco, ya hace un par de años, y lo encontré ahí como parte del grupo de personas que otorgaban apoyos económicos al quehacer cultural de diversos exponentes nacionales.

Así que con estos dos al frente, la empresa difícilmente podría encontrar un camino que no fuera diferente a la triste muerte que tuvo. Debido a otras actividades que le exigían tiempo al director, las cuales cabe decir también fracasaron, el hermano presidente se hizo cargo de la compañía únicamente para quitarle la última toma de aliento.
En un acto que hubiera podido representar una última estrategia salvadora, el director saliente intentó dejar un último esfuerzo, algo inoportuno, al reestructurar su grupo directivo. El primero en salir fue el director nacional de operaciones, un personaje que utilizaba siempre unos lentes de cristal color ámbar, se decía que nunca se los quitaba porque siempre traía los ojos rojos, debido a su alcoholismo. Ahí me entere que el Vodka no deja rastro oloroso, como no me gusta el Vodka no lo he podido comprobar.
La compañía tenía un tipo en un cargo de suma importancia, que en estado de permanente ebriedad tomaba decisiones de impacto en los costos de operación de la empresa, o en el mejor de los casos, no tomaba ninguna. De esta posición dependían todos los jefes de “planta”, de todas las sucursales del país; a su cargo tenia también dos ingenieros, ambos de la “Universidad de Las Americas”, de los cuales mis compañeros y yo nos burlábamos constantemente, diciendo que tendrían que usar una pelota de goma amarrada a la frente, para evitar que se lastimarán por cada vez que chocasen uno contra otro, o incluso, contra la misma pared. Sin embargo, la realidad es que cualquiera de nosotros, que en aquel momento teníamos jornadas de trabajo simplemente bestiales, hubiéramos deseado estar en los zapatos de cualquiera de estos dos.
Este par de taradines ganaban al menos el doble de lo que ingresábamos mensualmente, aparte tenían un nada despreciable Chevrolet Cavalier que la compañía les otorgaba, los tipos vestían como si fueran banqueros y caminaban por los pasillos con una sonrisa pedante algo más cercana a la patanería. Nunca se les veía con una gota de sudor en la cara, con una expresión siquiera fingida, de urgencia. Supuestamente estaban contratados para diseñar la ingeniería de las plantas, pero ese estado tan verdaderamente jodido en que encontraba cada sucursal, la falta de cualquier tipo de controles y registros estadísticos del proceso, la urgente necesidad de aplicar medidas, no digamos extraordinarias, simplemente lógicas, y cambios con los cuales era evidente el logro de mejoras y la reducción casi inmediata de los costos; nos daba una clara idea que estos dos se la pasaban rascándose el pescuezo mutuamente mientras la compañía entraba en una agonizante etapa final.
En ese contexto que no otorgaba una proyección de éxito alguna fue que removieron a este estupendo trío de imbéciles de sus posiciones y pidieron ayuda personalizada a mi jefe, el Gerente del Proyecto protagonista de aquella y varias juntas más, que casualmente había acumulado más experiencia en nueve meses de proyecto que en toda la vida que tenían estos trabajando como empleados.
Este es un efecto muy común de la consultoría, el cumplimiento del proyecto obliga a aprender e involucrarte en la operación de cualquier compañía, en una dinámica mucho más ágil y rápida, la necesidad de demostrar resultados inmediatos limita enormemente el tiempo disponible de aprendizaje.

Cuando me encontraba desarrollando ya otro proyecto fue que recibí una llamada ofreciéndome un puesto dentro de aquella empresa que aún recordaba por haber conocido a varios buenos compañeros y a uno de mis más preciados amigos que a la fecha conservo. Del Gerente del Proyecto, quien en ese momento se encontraba recibiendo el puesto del Director de Operaciones, y con quien pase largas jornadas de trabajo así como diversas juergas, no tengo mucha información hoy día, teníamos buena amistad pero la distancia hizo que perdiéramos el contacto. Fue él mismo quien me llamó, diciendo con voz pausada: -“Ve preparándote, en unas semanas más te necesito por acá”. ¡El puesto que tendría era justamente el de los “ingenieros Dumb and Dumber” del director anterior!

Me hubiera encantado.
Semanas después lo que realmente paso fue que el hermano mayor, el presidente convertido ahora en director general, lo destituyo del puesto recién adquirido, restituyo al anterior director de operaciones, e instauró sus rígidas prácticas de administración.
Las mismas por las cuales, pocos meses después provocaron la venta de la compañía.

lunes, 21 de mayo de 2007

Soñé con Miedo

I-
Estando plácidamente recostados organizábamos el siguiente día. Claramente decías que podías estar libre por ahí de las 12am. Para facilitar la logística de nuestro encuentro me pedías tomar el Sanborn´s de la Plaza Coyoacan como punto de reunión, a ti te facilitaba ya que tu plan era estar por la zona y la plaza no queda lejos de nuestro departamento, en donde, yo estaría esperando la hora de salir por ti.
El trayecto de nuestra casa al punto de encuentro es corto, incluso caminando, así que tome esta última opción y aún así llegue, tal vez, media hora antes. Te esperaba ya de forma impaciente, como no he podido dejar de ser. No había necesidad de llegar con tanta prudencia, pude haber estado ahí en punto, incluso unos minutos después, pero la ansiedad de encontrarte no me permitió pensar en otra cosa durante la mañana. Ese día giraba en torno a ese encuentro.

Me puse a leer cuanta revista pude, sin dejar de observar la hora al menos cada diez minutos, que trataba de calcular dependiendo de la cantidad de párrafos leídos y fotografías vistas. Consideré que había ya abierto demasiadas revistas y mis pies empezaban a cansarse cuando al cabo de media hora, después de la cita, aún no estabas ahí.
No quise presionarte por el teléfono, me pareció que en cualquier momento estarías por llegar. Mi siguiente parada fueron los discos compactos de la muy limitada sección de la tienda. A diferencia de las revistas no me gusta revisar títulos y portadas de discos sólo para perder tiempo. Considerándome un verdadero coleccionista, cuando estoy en una tienda discos es básicamente para comprar, no para ver si compro algo; y en ese sentido el aburrimiento en los estantes de malos y escasos títulos llegó muy pronto.
Así que en menos de quince minutos me encontraba paseando frente a la vitrina de diversos artículos para caballero. Me tope con una guayabera de lino que tenían en promoción con un porcentaje de descuento muy atractivo; recordé que en alguna ocasión, que entramos a otra tienda de la misma cadena, dijiste que era preferible realizar la compra de esa prenda en una tienda especializada de ropa. Preferí entonces no comprarla, aunque de verdad no tenia mala pinta y el precio era sumamente atractivo; de todos modos, a tu llegada, podría preguntar tu opinión aunque ya supiera de antemano, el consejo que repetirías.
Después de darle varías vueltas y revisar de forma casi exagerada cada una de las piezas me dirigí a la vitrina de relojes. Aunque tratan de tener varios modelos, las marcas son de nivel medio, trate de encontrar, mas por ociosidad que curiosidad, el Longines que me regalaste en Navidad. Tenían otras versiones más económicas del “Grande Classique”, pero no el mío; después trate de encontrar el Lungomare, que deseaba como regalo de cumpleaños pero tampoco lo tenían. Considere que esta era la marca de mayor renombre que podría encontrar en la tienda así que de forma casi despectiva revise el resto de los relojes.

Revisé una vez más la hora y me pareció prudente marcarte, seleccioné tu nombre en la agenda del celular y al final me arrepentí. Confié en que llegarías pronto.

Me acerque a la parte de la vitrina que exhibe pipas y diversos artículos de fumadores. Sin éxito alguno busque una de las piezas “Porche” que algún amigo del “Círculo” había comprado en una de estas tiendas. Evidentemente no iba a encontrar ahí una Porche y evidentemente, de encontrarla, no iba a gastar más dos mil pesos en una pipa en ese momento. Miré cada pieza por encima del cristal, me sorprendió un poco encontrar esas pipas de plástico chinas que tanto comentario causaron en algún momento entre los fumadores de pipa. El resto de las pipas eran las que produce la única casa mexicana: “Norma de México”, de inmediato vino a mi mente la imagen de aquel señor de una muy avanzada edad, que nos acompaño en una de las competencias de “Fumada Lenta”, el solitario y único dueño de dicha fábrica.

La desesperación inicio su efecto en mí y de forma rápida di un vistazo a los puros y a los tabacos. Me agache al estante de estos últimos y me reí de los “Apple”, del “Prince Albert” y de las otras marcas contenidas en botes de mermelada a granel. Ni en mis tiempos de principiante inicie con esas “dulcerías”. Una vez recibí uno de regalo y al abrirlo me pareció haber descubierto por fin, el origen del penetrante aroma a desodorante de taxi; con el perdón de la chica, que de buena intención me hizo el obsequió, el tabaco se fue directo a la basura; vamos, ni la más endeble de las plantas lo merecía de abono.

II-
En un estado de cuestionamiento casi absoluto, sobre la razón del porque no estabas ya ahí, me salí de la tienda esperando verte dentro del auto. Me traté de vender el hecho que, seguramente, yo había entendido mal el acuerdo y que este no había sido “dentro” de la tienda, sino sobre la avenida. Di algunas vueltas de más por fuera y sin verte regresé al interior, ahora si estaba seguro que el punto de reunión era ahí y no en la calle o en las puertas de entrada. Me asome al restaurante, me pase de largo a los capitanes, y sin necesidad de fingir el sentimiento de desesperación me acerque a las mesas.

Salí del lugar sin encontrarte, con una derrota más a cuestas y sin dejar de mirar el reloj. Miré de nueva cuenta la hora para asegurarme que realmente había leído bien, verifique que estuviera marcando correctamente, que no se hubiera adelantado. Mi desesperación se convirtió en angustia, que me tomó enteramente como presa. En un acto de defensa trate de imaginar que algo debía estar mal con el tiempo. Con movimientos rápidos y bruscos saque el teléfono celular de mi bolsillo y realice un segundo chequeo a la hora, únicamente para estar completamente seguro.

No podían haber pasado ya algo más de dos horas, no podías haberme dejado ahí. De cualquier persona, menos de ti, hubiera esperado una falta de mínima atención y llamarme, al menos, para dar una excusa.

Sin saber siquiera hacia donde mirar, tratando de mirar hacia todos lados con el fin de encontrar tu presencia; fue que finalmente decidí llamarte. ¿Porque había tal diferencia en realizar esa llamada? ¿Que razón había de experimentar esa incomodidad en el simple hecho de marcarte, como si no quisiera causarte una molestia?

III-
Sin embargo la angustia era mayor, también tenía algo de preocupación y enojo, aunque ninguno de estos sentimientos encontraba por si mismo su lugar, tampoco su intensidad. Atendiste el teléfono con una tranquilidad insultante, contestaste con el “¿Como estas?” de siempre; con tu característico tono que en cualquier otro momento me hubiera parecido tan divertido como otras veces. En este caso especial, tu pregunta inicial tenía una indiferencia que sentí como una bofetada sin aviso.
Tu pregunta encendió mi ánimo y sobrepuse mi enojo a cualquier otro sentimiento que pudiera estar experimentando el segundo antes justo de escuchar tu voz. Mi mente se quedo en blanco por unos segundos, sin entender del todo como preguntabas eso después de estarme haciendo esperar por más de dos horas.
Trate de encontrar calma, conté los diez segundos que el instructor de “Inteligencia Emocional” nos recomendó en el último curso,
-es importante- decía: porque ese tiempo es necesario para que el Tálamo no haga de las “suyas” con nuestras emociones y le permita a la corteza cerebral controlar nuestra emoción primaria.

Con un tono más bien fingido te pregunte la razón por la cual no estabas ahí.
No me interesó en lo absoluto tu respuesta, ni siquiera puedo recordarla, ni siquiera la escuche.
El hecho tácito es que no estabas en el lugar en donde debías estar.
Tampoco me interesó recordar la razón por la cual no habías podido estar desde la mañana de ese día conmigo. ¿Porque habíamos tenido que encontrarnos en ese lugar si bien pudimos estar juntos desde la primera hora del día? Me percate que durante todo ese tiempo había estado realizando una forma de bloqueo a mi memoria.

En esos escasos instantes lo primero que me vino a la mente fue el acuerdo que habíamos realizado ya tiempo atrás. Que a pesar de cualquier cosa, de cualquier excusa, tú seguirías durmiendo en casa.
Tu regresas cada noche a nuestra cama, “pase lo que pase”. -Recuerdo haberte dicho.
Yo por mi parte, accedería a aceptar, lejos de la comprensión y el entendimiento, que tú deseabas satisfacer necesidades que mi condición no te permitían lograr.

Yo por mi parte, aceptaba en compartirte antes de perderte.

Me vino a la mente también el acuerdo de aquella dolorosa noche que con un liviano éxito había tratado de borrar en mi memoria. Me vino al cuerpo el dolor muscular que tiene su origen en la contracción del estomago. Ese dolor único que causa el miedo. El miedo de saberte lejos de mí para siempre, de saberte en los brazos, en la cama, de alguien más. El miedo de tu inminente partida, a menos de aceptar tus nuevas condiciones.
Aquella noche entre tanto llanto, recuerdo haberte agradecido tu sinceridad, al menos no habías hecho nada de lo que estabas por iniciar. De forma muy determinante comunicaste tu decisión de comenzar una relación con alguien más, era obvio que mi opinión en el tema era irrelevante, lo harías a pesar de mí, de nuestros “años” y “logros” juntos, de nuestro compromiso.
Al ver mi inmediata y frustrante reacción propusiste no irte de la casa, con la condición de aceptar tu nueva relación y de permitirte la libertad necesaria, para utilizar parte de nuestro escaso tiempo, a la atención de la nueva empresa que te proponías.

IV-
Según tu descripción del susodicho, que yo mismo pedí de una necia forma, este era un tipo de una edad más avanzada que la mía, al menos en unos veinte años. Mismos años que le procuraban un éxito económico y en los negocios, el cual yo apenas estaba tratando de encontrar. Decías que no tenías mucho tiempo más para esperarme, recurriste por una vez más, al mismo viejo y siempre ácido tema, entre nosotros; de que debías velar por tu seguridad. Me tratabas de convencer también, recordándome lo que te escribí en alguna ocasión, sobre la escala de prioridades en mi vida, y el segundo plano en el que tu misma has decidido colocarte. Utilizaste aquella noche, todos y cada uno de los temas que pudieran menguar la estructura de la confianza de nuestra relación. Temas que hemos pasado discutiendo largas horas desde los primeros días de nuestras vidas juntos.
Mientras un resumen de tales hechos convergía en mi mente, mi refrescante e imprudente memoria recordaba la causa de tu ausencia matutina. Saldrías de paseo con él. El hecho de estar conmigo al medio día era más un “favor”, que uno de esos compromisos que se cumple con el deseo de obtener la felicidad propia a través de la del ser amado. Yo estaba en la esquina más alejada y endeble de ese triángulo. Yo estaba ahí porque así lo quería.
Pregunté de forma insistente la razón de tu tardanza, pregunte directamente si en vez de un paseo por cualquier lugar, el paseo había sido por tu piel, por su sexo. Sabiendo la consecuencia de la veracidad de esa respuesta no repare en preguntar.

Tu contestación fue clara y llana:

“Si ya lo sabes” -dijiste.

La plática telefónica se torno en un llanto que se traslado a mi almohada, que se convirtió en un grito de desesperanza a la madrugada, que me pego una patada en la misma boca del estómago.

Por suerte, estabas ahí, a mi lado. Para despertarme.

lunes, 14 de mayo de 2007

La monografía de Sor Juana

En una de las salas en las que estuve ayer dentro del vasto edificio del Antiguo Colegio de San Ildefonso, me sorprendió de sobremanera encontrar a Sor Juana Inés de la Cruz en esta típica imagen de estampa, de monografía escolar, del libro de “Español” de la SEP en la primaria; con la cual seguramente, varios de mis contemporáneos crecimos. Leí con detalle ambos escritos del cuadro, escritos que por supuesto, en las estampas del colegio son imposibles de percibir, uno de ellos hace una breve reseña de la vida de Sor Juana, se deja ver la admiración profesada desde aquellos tiempos a la poetisa; otro más, el que se encuentra en el escritorio y que se supone recién escrito, con pluma en mano, es un corto y bello poema.

Haciendo un comentario general de las piezas y cuadros expuestos dentro de “Revelaciones – las Artes en América Latina 1492-1820”, exposición que se encuentra dentro de este histórico edificio, encontramos una parte perfectamente bien representada de nuestra historia colonial. Se hace especialmente interesante la unión y transición de formas e ideas para dar paso a la cultura mestiza, cultura que se revive a través de observar y analizar la mayoría de las piezas, montadas en un largo recorrido histórico dentro de las distintas salas. Se aprecia con asombro, los trabajos de restauración de distintas obras en su mayoría de carácter religioso, obras en las que se encuentra la importante influencia de las técnicas artísticas previas al virreinato sobre las ya existentes europeas.

Gran parte de mi vida adulta he admirado a Sor Juana, sin embargo –y aquí la razón de esta intervención- mi interés sobre ella y sobre muchos otros personajes, sobre otras facciones de la historia, de otros países, de México mismo, hubiera sido mucho más temprano de haberme encontrado con esta increíble pintura. Independiente a lo mucho que disfruté “Revelaciones”, más allá de la exposición, encuentro lo mucho que ayuda el ver la historia desde otros ángulos para provocar un interés mayor en torno al objeto, a la imagen, a las escenas, a la lectura, a la visita, y a todo lo que puede rodear a la historia por si misma.

Durante la tarde, recordando la pintura de Sor Juana, a la mente me vino un poético comentario de mi estimado amigo Andrés Bianciotto, quien realiza una petición dentro de su “Verborragia” en referencia a la heroica leyenda de los guerreros espartanos en las Termopilas y llevada a la pantalla por Zack Zinder apoyándose en el cómic del artista Frank Miller:

“Quisiera que alguien enseñara así la historia, y todas las demás ciencias. Que en este mundo de infinidad de estímulos simultáneos, 3D, caos y distracción, entiendan que las letanías de nombres y fechas, las listas de afluentes de los ríos y los componentes invisibles de las células, se merecen que alguien cuente mejor su historia.”


Es muy cierto lo que comenta Andrés, las ciencias y la historia hay que hacerla entretenida. Sobre todo en el proceso de formación de infantes, de nuestros hijos.

No cabe duda que el tremendo impacto visual de “300”, su historia perfectamente bien contada, actuada y dirigida, causa una gran admiración a un hecho que ocurrió hace miles de años y que fue el generador de una mucho mayor y más relevante historia del mundo griego y consecuencia de la historia moderna del mundo occidental. No hay duda alguna que la excelente realización de “Roma” en HBO deja sembrado un interés mayor en las vidas completas de Julio Cesar, Marco Antonio y Augusto, y de varios de los personajes que los rodearon. No cabe duda que esta y otras más producciones de la televisión, del cine, del teatro mismo, debemos establecerlos como un buen inicio pero no como el final del camino del conocimiento, y mucho menos aceptarlos como una verdad absoluta. No debemos dejar de hacer notar que en muchos de los casos la realidad no supera a la novela; sólo acerca la realidad, la trata de hacer más amigable.
Es evidente que mostrar a una Atia -la madre de Augusto- como amante de Marco Antonio, ante la gran y entrelazada historia que estos dos personajes forjaron por si mismos, sin la ayuda de ningún escritor, de ningún guión; pueda resultar una mejor estrategia para vender tal historia que mostrarla como la supuesta matrona estable que fue, según la descripción que historiador romano Tácito realiza de ella.

No dejemos de usar; las películas, las imágenes, los museos, cualquier herramienta que sea práctica, de fácil entendimiento, de rápida comprensión; para iniciar el camino hacía un interminable camino y mucho más generoso: la investigación
Pero, no hay que perder de vista que esto, incluso la misma y casí perfecta pintura de Sor Juana, se puede utilizar únicamente como la “chispa” generadora de un interés mayor, que hay que desarrollar día con día, que hay que desarrollar al tiempo, hacía el único método comprobable de adquisición de intelectualidad, cultura, habilidades de comunicación, vocabulario, creatividad, imaginación: la lectura.

No hay que olvidar que obtener verdadero conocimiento viene de desarrollar un sentido mucho más profundo hacia la investigación, hacía tomar diversas fuentes e incluso intentar “vivirlas” lo más posible en el objeto de conocer el mayor número de detalles y realidades que puedan mantenerse en cualquier tipo de registro.

A diferencia de Andrés, lo que yo hubiera querido es que en mi infancia, existieran tales fuentes de información como las hay ahora, existiera un sistema de referencia tan poderoso y de fácil acceso como lo es el Internet.

Lo que hubiera querido es justamente lo que hoy agradezco, que mis propias hijas pueden disfrutar y utilizar diversas herramientas para interesarse más en la historia.

lunes, 7 de mayo de 2007

Se rompio el record. El primer lugar mundial.


No podía dejar de comentar el fenómeno con el que despertamos hoy. Las bromas en la oficina respecto al tema han sido de lo mejor. Desde una muy ocurrente invitación a la “foto” especial para trabajadores de esta empresa que “supuestamente” se realizará en próximos días en un estacionamiento al aire libre (el “parking bus”), hasta las felicitaciones personalizadas de lo bien que cada cual salió en la foto del Domingo. “A penas te distingues, pero te ves bien”. Las preguntas de este día han sido generalizadas sobre la asistencia al magno evento madrugador del Zócalo, las respuestas tan diferentes como divertidas, “ya no pude pararme”, “no encontré que ponerme”, “no quise pecar de vanidoso” –decía alguno- “el día era de Spencer, no mío”, “Spencer me hubiera pedido una foto a solas, hubiera sido mala “onda” para los demás”.

La última “reacción” en masa sobre comentarios, bromas, pláticas, asombros, no la había visto como desde aquel día que despertamos con el “plantón” del Pejelagarto en Reforma. Pasarán algunos días y el tema se habrá olvidado, no fue así con el plantón, meses después todavía repercutía en los ingresos de ventas.

El acto gusto tanto como contrario a otros. En menos de dos horas he leído y escuchado todo tipo de posiciones; las muy críticas como el “Morbo” de Victor Roura publicado en “El Financiero” al lado de una muy buena reseña sobre el evento, en donde culpa a la “poderosa influencia de los medios” de haber provocado el éxito de convocatoria que tuvo Tunick .
Puede ser que sea muy cierto, que el sistema de información en el que estamos inmersos este trastocando nuestra capacidad de pensamiento, incluso de elección.
Sin embargo no podemos dejar de lado, el origen por el cual un norteamericano ha tenido un éxito rotundo en una convocatoria personal en la que identifico a más de 18mil personas. Personas de una idiosincrasia diferente a la suya.
Sin restarle algunos méritos al fotógrafo, se encontró con un mexicano que sigue teniendo esa gran necesidad de llamar la atención, de gritar que ahí esta, de pedir ser tomado en cuenta. Con un mexicano ansioso de ganar en algo, de crear héroes con los cuales pueda identificarse aún después del éxito. Un mexicano ávido de encontrar en cualquier forma de comunicación expresar su libertad, de decir cualquier cosa en cualquier lugar, siempre y cuando se encuentre protegido por un centenar más a su al rededor.
Encontró ayuda en el éxito de su objetivo, a un mexicano curioso, a un mexicano de poses, a un mexicano participativo, al mexicano “intelectual” que intenta descubrir un “nuevo sentido a su cuerpo”, al “espiritual” que recarga su energía a través de la desnudes. Al mexicano sin razones, al que simplemente “tenía” que estar ahí, desnudo.

La idiosincrasia misma del mexicano, mas que los medios, ayudaron a un fotógrafo que debió haber salido agradecido de un Zócalo calificado por el mismo, de forma presuntuosa, como un espacio de arte público y de represtación de un México en el arte contemporáneo.
Siendo realistas y sinceros, esta lejos de poder calificarse como una muestra de arte.

Tal vez sí, lo que logra Tunick sea capturar imágenes contemporáneas a las realidades psico-sociales de cada lugar en donde logra su convocatoria.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Ejercicios de Pintura Dactilar

De niño, no me gustaba participar en los ejercicios aquellos en donde te hacían imprimir tu mano mojada en pintura de cualquier color. Hice todo lo posible por resistirme a la desagradable experiencia que me representa sentir las manos embadurnadas de cualquier cosa. Al ver los cuerpos pintados de inmediato me transporte a aquellos días, y sigo sin querer hacerlo.

Un gran logro la muestra que hace más de 15 años inicio el chileno Roberto Edwards.

Sorprendente el éxito de la exposición, la empresa en si misma, que significo traer hasta nuestros ojos y sentidos los cuerpos pintados de modelos, el trabajo de artistas plásticos y las tomas de fotógrafos de reconocimiento mundial y de diversos países. Un gran logro de museografía, de instalación, de hacer excelentes exposiciones más allá de la imagen por si sola.
.
Cuerpos Pintados, en su segunda y muchos más sonada presentación en nuestro país, te recibe con un indigente al suelo, a la par de la taquilla, que reconoces como un estupendo y realista maniquí únicamente hasta encontrarte lo suficientemente cerca. Es el inicio de una instalación de muy pocos detalles negativos, detalles de lupa.
.
La posterior vorágine de imágenes de gran formato recrea uno de esos momentos en los que no tienes idea por donde comenzar. Como si de un banquete visual se tratara y como si en un hambriento comedor de experiencias y asombros te convirtieras. Te recibe ya adentro, el maestro José Luis Cuevas y uno de sus característicos rostros sobre una espalda, excelentemente pintada, excelentemente fotografiada. Cada uno de los trabajos que continúan otorga una nueva experiencia, una nueva textura. Mención especial merecen el grupo de artistas caribeños, destacados por su inigualable percepción del color, Radhames Mejía, Julio Larraz, por ejemplo; por otra parte mencionar también el excelso trabajo de Arcangello Ianelli, Bruno Pasquier, Gastón Ugalde y -uno de mis artistas preferidos- Santiago Cárdenas, entre otros. Es difícil realizar una disección de entre todos los trabajos, la mayoría de ellos extraordinarios, que tienen el especial logro de un equipo de producción formado por el arte del pintor, la lente del fotógrafo y la pose del modelo.
.
Cuando aún no se ha terminado de digerir la primera parte, cuando aún se quiere tomar un descanso para regresar a ver alguna imagen más, en la que se considera no se presto la suficiente atención; viene una segunda parte cargada de un impacto visual tremendo. Los cuerpos dejan el arte atrás para mostrar la realidad. En esta parte de la exposición se olvida el color, la textura, la pose; se abre paso a la naturalidad del estrago del tiempo, del cambio provocado, no es apta para todos los criterios, mucho menos para todos los gustos. Después viene algo de historia, siempre se agradece la cultura general de más, en este caso la de las tribus de la Patagonia y un recorrido por diversas culturas que han hecho de la pintura sobre el cuerpo una forma de vida.
.
Dos salas de cine y proyecciones medianamente plantadas, proporcionan un apoyo documental al grupo de artistas expositores, al igual que una serie de libros perfectamente editados y montados. La instalación finaliza con un atractivo ejercicio en vivo de un cuerpo pintado.
.
Un logró más de este espacio ahora dedicado al arte contemporáneo, al modernismo de exposiciones que dan la vuelta al mundo.