lunes, 9 de abril de 2007

La infidelidad de Winslet

Porque el seguir una línea romántica tiene que llevar indiscriminadamente a finales felices? Finales donde los protagonistas de las historias se asumen pocas veces como responsables de sus actos? Aún más, como irresponsables y cobardes que no enfrentan el origen de sus problemas?

Este fue el caso de la historia que protagoniza Kate Winslet, misma por la cual fue nominada al Oscar en Mejor Actriz, hablar de que merecía el Oscar tal vez este algo lejos de la realidad, pero la nominación sin duda porque, vaya que se la crees. De entrada tiene esa belleza escondida de muchas “amas de casa” que son percibidas sólo por aquellos “conocedores” de la estática femenina. De esa belleza que se esconde tras las pantunflas, los huaraches del fin de semana, la ropa holgada, el cabello desaliñado y por lo general, el muy poco maquillaje de la cara.
Los sucesos son en realidad una serie de acciones de lo más común, el padre de familia joven que por cualquier razón pasa los días enteros en el vecindario y tienen encuentros casuales con las vecinas. Las vecinas, que pocas veces tienen la oportunidad de encontrarse con un vecino joven al mediodía que les despierte un nuevo interés apenas diferente a su cotidianidad, vecino que ni siquiera tiene que ser atractivo, incluso hasta podría pasar el mismo desenlace aunque el susodicho estuviera algo adefesio.

Es tan común que, vaya, cuantas historias no conocemos de lo mismo. Hace algunos años, cuando mi ex esposa realizo una serie de viajes a Cuba con motivo de ciertas conferencias que impartió a Artistas Visuales de la Isla , me quedaba al cuidado de mis hijas que en aquel momento no requerían de mayor atención que no fuera un baño madrugador, un desayuno madrugador y una entrada al Jardín de Niños igual de madrugadora. Así que a partir de las ocho de la mañana y hasta la una de la tarde tenia todo el tiempo del mundo en preparar la comida y en realizar actividades en torno a cumplir dicho objetivo. Una vez iniciada la mañana el vecindario se convertía en el imaginario y vivo cuarto nocturno de los juguetes, la fila de camionetas y autos en la calle de los colegios se trasladaba a un incesante abrir y cerrar del portón de entrada al fraccionamiento, de los garages de cada casa no se movían sino hasta entradas las 2 de la tarde, la hora en recoger a los niños de la escuela. La primera salida obligada era a la “tiendita”, esos locales que venden desde verduras y frutas, hasta curitas y venenos para ratas. Tienen casi todo lo que hay en Sams pero según dicen que dan “mas” caro, aun hoy sigo sin saberlo y sin querer comprobarlo, prefiero fiarme de la sabia palabra de una de las especies de economistas más connotadas, sin tener que leerse El Financiero a diario, sin tener que estudiar cuatro años una carrera, sin un titulo de postgrado, tienen un sentido del comportamiento económico que seguro hasta Greenspan quedaría atónito, así es, me refiera a las Amas de Casa.

Así que ahí, en ese simple cruce de calle se iniciaban una serie de encuentros que podían terminar en las más perversas historias contadas de amores, amoríos, engaños, infidelidades. Recuerdo bien que inicie a realizar visitas a la casa de mis padres quienes vivían cerca debido a que tenían una muy simpática vecina que gustaba de salir al patio de su casa sin el más mínimo pudor. Era una despampanante rubia alta, de una curvilínea figura, en plena luz del día bajaba a “cualquier cosa” al patio frontal sin sostén, con una playera minúscula y pantaloncillo corto igual de pequeño y ajustado. Un poco más le faltaba para tomar la manguera de agua y vaciársela en el cuerpo a sabiendas que había quien la observara. La mujer no tenia reparo en mostrar lo que más podía de su blanca piel y redondo busto cubierto por esa delgada y casi transparente tela de algodón que a modo de regalo permitía no perder el tiempo en usar la imaginación. Durante mucho tiempo me quise vender la idea que ella sólo hacia eso cuando veía mi auto afuera estacionado, sabiendo que yo me encontraba ahí. Bueno, un sueño cualquiera lo tiene. Un sueño que desapareció en lo inmediato cuando me entere que era la amante de un Agente Judicial padre de la hija que tenía, una pequeña contemporánea de una de mis hijas, la más pequeña. Y no es que ella no hubiera querido un amante, situación muy probable dado el déspota trato y la falta de atención del susodicho hacia ambas, y no es que yo no hubiera podido, vamos, apurándome un poco hasta de las ganas moría, pero, hacerle al vivo con la amante de un judicial, la simple idea no era o suficientemente atractiva como la señora misma. Preferí cancelar mis visitas.

Pero por otros rumbos las cosas que a mi no me pintaban bien si lo eran para otros. Mi vecina de dos casas era una blanquita algo pasada de peso que tenía un esposo de lo más gracioso. Este amigo era el típico de estatura corta, panzón y de un cotidiano buen humor que –por supuesto- adoraba a la esposa. Tenían una hija, que no era del matrimonio, es decir el padre era un esposo o amante anterior.
Al lado de ellos vivía un padre soltero, un tipo alto, mas o menos fornido, no mal parecido y que manejaba un auto de lujo. Vivía sólo, algunos fines de semana era visitado por su hija, una adolescente de unos trece años.
Ambos vecinos iniciaron una amistad, el uno con el otro pasaban al menos una hora de platica en la banqueta los Domingos por la mañana, se podía notar un cierto compadrismo entre ambos. Sin embargo el esposo tenía un trabajo como el de varios de nosotros, salir a las 8am, checar tarjeta a las 9am y llegar a casa con la corbata ya medio floja por ahí de las 8pm en adelante. Y sin embargo, el divorciado tenía un trabajo de “no se que” que le permitía estar de vez en cuando al mediodía en casa. Y sin embargo y a pesar del manifiesto amor incondicional del esposo hacia la mujer, a pesar de la amistad incondicional del esposo hacia el amigo divorciado, paso, lo que tenía que pasar. El uno se acostaba regularmente con la esposa del amigo.
No tarde mucho en percatarme de la situación. A la mujer se le vía feliz durante la semana y los fines de semana se la pasaba de malas regañando a la infante; alguna vez se me acerco para pedirme de favor que le dijera como y donde comprar un humidificador para Puros. Le di, amablemente la explicación y concluí que el dinero que gana el esposo se vería reflejado en una hermosa caja de Roble Rojo dentro de la sala o estudio del vecino. Después de eso me entraba una increíble duda cuando veía sus pláticas domingueras, ese saludo y despido que incluía un abrazo fraternal de camaradas; me preguntaba incesantemente con que conciencia se metía el traidor a su casa?.

Tal vez, hasta que fui infiel en carne propia, me conteste esa pregunta. Y la respuesta es una negación rotunda de la realidad que te permite no angustiarte por haber consumado un hecho que traiciona un compromiso, es esa falta de vergüenza propia que te permite seguir siendo honesto, siendo leal. Es esa frase que cada mañana te repites: “no pasa nada”. Tu sigues durmiendo en tu cama, la amante en la suya, cada cual con su pareja y la vida… esa, que no cuestiona nada hasta no tener el conocimiento llano de las acciones, sigue tan normal como todos los días.

Y pasó lo que tenía que pasar, lo que ya no cuentan las películas, que cuando dos personas se enganchan en una relación que ha rebasado la sexualidad, hecho que en la mayoría de las ocasiones es inminente al menos para alguna de las partes, llega un momento en que hay que encarar las consecuencias y peor aún, las razones. Solo ellos saben quien se enteró primero y quien enfrentó después. El hecho es que el final lógico fue un divorcio, más de un lastimado y varios años de soledad mutua, de aquella mujer no supe nada mas, del esposo, en ocasiones se le veía tratando de buscar alguien quien pudiera regresarle a su mujer, que para aquel entonces, ya hasta de la ciudad había salido.

Y claro que hay más historias de aquellos días en que me tomaba un camuflaje de ama de casa, historias que terminaron en un final trágico. Lógico.
Que iban a pensar todas esas vecinas, que en cada saludo, en cada falsa sonrisa, tenía un deseo de análisis, de morbo, de verlas caer en ese común denominador que afecta por igual a hombres y mujeres, aunque las últimas digan lo contrario:

El deseo.

El deseo de tocar la piel de una persona diferente a la que a diario duerme contigo, el deseo de pensar que sería de tu vida si…, el deseo de no tener que asumir responsabilidades. El deseo de disfrutar sólo un momento.
El deseo de no mirar al fondo de la existencia y asumir que tu vida, no esta siendo como la esperabas. El deseo de no tener que tomar decisiones. El deseo de no querer lastimar.
El deseo de seguir viviendo, placidamente, cobardemente, levemente, cotidianamente. El deseo de seguir “prefiriendo”.

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